–
¿Qué es lo que desea una mujer cuando llega a casa tras un largo día de trabajo? Deseamos tranquilidad, silencio, un cálido ambiente, cariño, ternura, un abrazo. Queremos encontrar a alguien al llegar a casa que nos mime más que nunca, que nos preste atención y que nos muestre cuanto nos ama.
Son más de las nueve de la noche y he tenido que rascar una frondosa capa de hielo de la luna delantera del coche, de la trasera y de las ventanillas […] Freno el coche en el último y odioso semáforo que hay antes de girar para entrar en mi calle. ¡Puñetero! ¡Siempre me pilla en rojo! No hay nada más frustrante que tener prisa y que los elementos se interpongan en mi camino. Por suerte, estoy tan impaciente por llegar a casa para quitarme este frío del cuerpo como para recibir los cariñitos de mi marido. Le he escrito antes de salir del trabajo y lo único que le he puesto ha sido:
-Estoy agotada.
[…] Por fin aparco el coche en el garaje, salgo y me dirijo hacia el ascensor. Lo espero con impaciencia y subo hasta mi casa, nuestra casa.
Al llegar, meto la llave, abro la puerta y antes de que se abra por completo, escucho que mi marido me dice desde el interior que me detenga. Esbozo media sonrisa y miro con curiosidad al interior. Veo que todo está oscuro y que sólo hay suaves destellos amarillentos que ondean por el aire.
-¡Ya puedes entrar!
Y lo hago escuchando como la humedad de mis botas resuena en el parqué de mi casa. Llego al salón y veo un romántico caminito de velas que me quiere dirigir hacia el pasillo que lleva a las habitaciones y al baño.
Obviamente la casa lleva con la calefacción encendida desde que él llegó y hace calor, pero no es ese el calor que yo siento. Hay algo que me calienta y tampoco hablo de calentarme sexualmente hablando, sino de otra sensación única. Esa sensación de felicidad que te reconforta, que hace que te olvides de todo lo negativo del día en un instante.
[…] Continuo avanzado siguiendo el reguero de velitas que hay en el suelo y entro en el baño. Cruzo la puerta y allí está él, metido en la bañera, asegurándose de que el agua esté perfecta para cuando llegue. Tiene la nuca recostada en el borde y los ojos cerrados. No los abre incluso cuando sabe que yo estoy aquí. Sabe que no es momento de una mirada salvaje o lasciva, sabe que lo que necesito es relajación, cariño y ternura. ¡Lo mejor para un largo día de invierno!
Lentamente me voy quitando toda la ropa, la dejo caer despreocupadamente. Mi marido sigue sin mirarme y eso me reconforta […] Cuando estoy desnuda me acerco a la bañera y me meto con él.
El calor sube desde mis tobillos y se extiende por todo mi cuerpo como un virus, conquistando cada una de mis células. Me siento apoyando mi espalda contra su pecho y me retiro el pelo hacia un lado para notar su respiración por mi cuello. Y en ese momento, justo en ese momento, cierro los ojos y me relajo como una reina: sin preocupaciones, sin miedos, apagando mi mente para sumergirme en la mar más cálida que hay. Mi marido me rodea con los brazos y yo recuesto mi cabeza en su hombro. Cierro los ojos y me relajo felizmente […]
Acto seguido, me hundo bajo el agua con una gran sonrisa. Al sacar la cabeza, mi marido me abraza fuertemente y me da un beso en la mejilla.
-Te voy a preparar algo para cenar, ¿vale cariño?
Asiento con la cabeza y le murmuro que sí…
Víctor García
–