Justo cuando iba a lanzarme al agua, me sorprendió ver en el carril central la elegancia suprema y el estilo exquisito de una nadadora que cumplía con su rutina. Iba y volvía con la precisión de un reloj suizo y sus giros al final de los 25 metros gozaban de una plasticidad circense. Pero no fue eso lo que más me llamó la atención. Justo en el escalón de la piscina, allí donde el resto de usuarios dejan sus zapatillas, la chica tenía un bastón extensible como el que llevan las personas con dificultades de visión. Me quedé observando con incredulidad, sintiendo un gran desconcierto emocional entre la admiración y la confusión. ¿Cómo podía ser capaz de girar al final de la piscina sin chocarse? ¿Cómo podía calcular la distancia sin tener apenas visión? Al cabo de varios minutos salió del agua. Sujetó la corchera, alargó el brazo y se dispuso a quitar los dos nudos de una pequeña goma elástica colocada de manera transversal a ras de agua. Me quedé anonadado al ver su recurso, pues cuando ella notaba el roce de esa goma en el pecho sabía que le quedaba menos de un metro para poder girar y así evitaba chocarse con la pared. Mi asombro crecía por momentos, pues si ese gesto me alucinó, lo que pasó después me hizo enmudecer. La chica agarró su bastón y se dirigió al vestuario. Su ritmo de paso era elevado, incluso demasiado rápido bajo mi punto de vista para una persona invidente. Manteniendo su velocidad y trayectoria ni siquiera procuró frenar el paso para comprobar si la puerta estaba abierta. Al contrario, aceleró su ritmo y accedió a su interior sin detenerse. ¿Cómo pudo entonces saber que la puerta del vestuario estaba abierta? Buscando una respuesta a tal dilema me dirigí a la salida del polideportivo y esperé a que saliera.
Después de un par de cafés, algunas risas y varias confesiones, me contó que supo que la puerta estaba abierta al sentir en su rostro la corriente de aire. Me reveló que los sentidos no sienten nada si es el corazón el que está sordo. Que su verdadero bastón era su experiencia y que hay gente que mira mucho, pero en el fondo no ve nada. Me susurró que aún con los ojos cerrados, uno puede ver con el corazón. Me preguntó cuánto tiempo hacía que no sentía el aire y yo no supe qué contestar…
Por Raúl Romero
–
Creo que se encontraron dos espíritus bellos, y cada uno se enriqueció con algo del otro. Una transacción positiva, cuyo fruto agradezco
Gracias Jorge!!! Precioso…
En los comentarios anteriores demuestran la razón de la frace al final del articulo; »Los sentidos no sienten nada si es el corazón el que está sordo… Bueno, en este caso siego.
En los comentarios anteriores demuestran la razón de la frace al final del articulo; »Los sentidos no sienten nada si es el corazón el que está sordo… Bueno, en este caso si ego.
Todo esta bien, admirable, lo único que no concibo es que no puedan aprender que vestuario es un conjunto de prendas de vestir para determinado uso y no una habitación para cambiar de ropa.
Hay muchas palabras de nuestro idioma que son polifuncionales, su uso y acepción es según la zona de el país hispanohablante. Lo importante es leer, oír y ver con el corazón, pues así tendremos más amplitud de nuestra mente y comprensión. Andale!
Si.
Deberías consultar la Real Academia Española y aprender tu que vestuario además de tener como acepción el conjunto de prendas de vestir es también, en los campos de deportes, piscinas etc. el local destinado a cambiarse de ropa. Las reflexiones estupendas, gracias.