Hace tres veranos decidí irme a Etiopia a colaborar con una organización llevada a cabo por ocho misioneras al norte de Addis Abeba. Recuerdo esas ocho mujeres procedentes de México, Colombia, España, Kenia y Etiopia. Me impactaron por la evidente fuerza, inteligencia y vitalidad que desprendían. Llevaban cinco años en el pueblo de Muketurri, un pueblo que amaban con una gente que adoraban. Una tarde, me quedé hablando con una misionera procedente de Kenia, y entre el color verde de Etiopia, el olor a carne de oveja y las sonrisas de los niños, me contó que ella había estudiado ingeniería y había diseñado los tanques de agua que se encontraban en Muketurri y en los pueblos vecinos. Inmediatamente pensé… “¡Ostras, sí que es inteligente!”
Desde entonces tengo grabado ese pensamiento. ¿Por qué me sorprendió que Christine fuera inteligente? ¿Me hubiera sorprendido si me lo hubiera contado la misionera catalana? ¿Por qué yo, que me considero una chica con pocos prejuicios me había sorprendido? ¿Acaso me había sorprendido porque era negra? ¿De dónde había sacado que los negros no podían ser ingenieros? Después de estar reflexionando y simplemente fijándome en las películas donde salían personas negras, en los anuncios televisivos que muestran las catástrofes de África y en los desesperados carteles publicitarios que decoran Barcelona, me di cuenta que era imposible encontrar una imagen o historia de una persona negra que fuera inteligente, que apareciera ejerciendo de ingeniera, maestra, arquitecta, médica…
¿Y si eso que nos rodea no nos muestra la otra cara de África? ¿O bien cómo podemos asociar inteligencia con una persona negra si precisamente a lo largo de nuestra vida hemos estado recibiendo mensajes contrarios?
La escritora nigeriana Chimamanda Adichie lucha para mostrar la otra realidad de África, la que existe pero no se ve, la que destaca pero no destacamos, la que se mueve pero nosotros inmovilizamos, y lo hace desvelando “El peligro de una sola historia”. En su discurso nos remarca de un modo carismático, cercano y real, la peligrosidad de entender que África es tan sólo una sola cosa: miseria. Si nos paramos a pensar, ¿Cuál es la imagen que nos viene a la mente cuando nos imaginamos África? ¿Cómo la describiríamos? ¿Y un niño africano? ¿Y una mujer africana? A mí me ha costado mucho acabar con la historia única que protagonizaba mis imágenes y he de reconocer que no me ha sido sencillo, pero tal como dice Chimamanda Adichie “La historia única crea estereotipos y el problema con los estereotipos no es que sean falsos sino que son incompletos. Hacen de una sola historia, la historia única”.
¡Novedad!
Lo malo de morir de amor es que no te mueres
* Más información
Las historias importan, e importan mucho ya que son capaces de quitar la dignidad a todo un país, deshumanizar a su población y invisibilizar la realidad, pero a su vez las historias pueden dignificar, empoderar y dar voz. Cambiando las palabras podremos cambiar las acciones y no podemos olvidar que “las historias también se definen (…) como se cuentan, quién las cuenta, cuándo se cuentan, cuántas historias son contadas, en verdad depende del poder”.
Para finalizar, cabe señalar que es evidente que no podemos caer en el relativismo cultural, perspectiva mediante la cual cada uno tendría su verdad, sino que lo que pretendo con esta publicación es mostrar las realidades de las historias que no son contadas. Y hablo de realidades e historias porque todo lo que nos rodea varía en color, forma y sabor según la realidad que escojamos, de la historia que leamos, de la realidad que la envuelve. Tenemos que acostumbrarnos al plural, a entender que el singular reduce y simplifica las cosas, el plural es capaz de dar voz a la realidad formada de realidades, a la historia convertida en historias.
¿Qué realidad de las realidades de África quieres contar?
¿Qué historia de las historias de África quieres escuchar?
Júlia Méndez
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* Vive tu sueño y no sueñes tu vida ¡1ª edición casi agotada!
“El destino me ha llevado a descubrir este libro cuando más necesitaba encontrarme con palabras llenas de energía y de luz. Ha sido un vaso de agua fresquita en mi desierto alpino.” (Elena)
Muy interesante. No sòlo a la sociedad africana se le estereotipa, los latinos tambièn se nos impone estereotipos que no son comunes a todos.
¡cuánta sabiduría! me alegra saber que no todo en Africa es pobreza e ignorancia.Gracias por abrirnos la mente con esta historia.
Increible reflexión.
Gracias Júlia por compartirlo y empezar a crear nuevas generaciones