No es triste morir

Albert Espinosa SP
Albert Espinosa

Le espero en una sala mientras él, en el lavabo, ajusta su pierna electrónica, que perdía aceite. Estamos en el Teatre Nacional de Catalunya, donde Albert Espinosa escenifica ahora la obra ‘El petit secret’. Además, Albert Espinosa viene de ganar el premio al mejor guión de la cinematografía catalana por ‘Tu vida en 65 minutos’, película que antes fue una obra de teatro basada en sus intensas experiencias vitales. Llega del lavabo a buen paso (el retoque ha funcionado bien) y en la conversación asoma en seguida el cáncer (“¡que tanto me ha enseñado!”). Hablar con Albert me enseña a mí muchas cosas, como que “no es triste morir” y que lo lamentable es no vivir, no vivirlo todo, incluida la tristeza o la misma muerte. Sabe de lo que habla y sabe contarlo, y por eso sus obras ayudan a vivir.

¿Por qué colecciona pinochos?
Porque me regalaron un Pinocho de madera el día antes de que me amputasen la pierna. Y el día después de amputármela… ¡a él se le cayó una pierna! La izquierda, igual que a mí. Y me identifiqué con aquel Pinocho.

¿Por qué le amputaron la pierna?
A los 13 años me detectaron un tumor y entré en el hospital. Estuve diez años entrando y saliendo: a los 14 años me amputaban la pierna, a los 16 me quitaban el pulmón izquierdo, a los 18 parte del hígado… Es que el cáncer viaja en sentido antihorario, ¿sabe?

Lo dice con una tranquilidad…
A los 23 años estuvieron a punto de amputarme la otra pierna. Pero fue falsa alarma: estaba inflamada, no era cáncer. Y me dijeron que estaba bien y que ya no tenía que volver más al hospital. ¡Y eso sí fue duro!

¿Por qué?
¡Porque lo que mejor sabía hacer yo en la vida era combatir el cáncer! ¿Y qué haría yo ahora? Me pasé un año buscándome…

Y aquí está, hecho un reputado guionista.
Cuando uno se cruza con la muerte, tiene necesidad de contarlo, supongo…

¿Qué quiere contar?
Que morir no es triste. Que tener cáncer no es triste, no es doloroso. Que lo triste es no jugar, no vivir. Lo que debería haber en los hospitales son juegos, piscinas…, para no morir de aburrimiento antes que de cáncer.

¿Morir no es triste, dice?
Si luchas, no. Has ganado. Aunque mueras. ¡Todos hemos de morir, al fin! Yo he visto morir a muchos amigos míos del hospital, pero vencieron. Porque vivían. La victoria contra el cáncer no estriba en ponerte bueno, sino en combatir, en vivir todo ese tiempo.

Pero es triste ver morir a alguien querido.
¡Te regala vida! Ellos están muertos y haberlos amado y recordarlos me trae felicidad. Y si se hubiesen suicidado, lo mismo. Tenemos derecho a suicidarnos, a estar tristes, deprimidos, ¡a vivir eso también! A veces me siento triste… ¡y estoy muy feliz triste!

¿Qué recuerda de sus amigos muertos?
Lo bien que lo pasábamos juntos: jugando, haciendo gamberradas, comiendo juntos, luchando juntos. Teníamos un pacto: “Si uno muere, nos repartimos su vida entre los que quedamos”. Hoy yo vivo 4,8 vidas: la mía y otras 3,8. El otro día estuve en Nueva York, por mí y por otro… ¡Fue fabuloso!

Tenía una imagen más oscura del cáncer.
Es falsa, por culpa de las películas y la tele. Por eso yo me empeño en contar la realidad… Cuando venían los jugadores del Barça a visitarnos al hospital, fingíamos estar muy malitos: así logré una pelota de Lineker.

¿A qué amigo recuerda más?
A Antonio. Tenía 16 años, dos más que yo, cuando a otro y a mí nos dijo: “A partir de mañana os revelaré las siete leyes para ser feliz, una por día. Pero es un secreto, no se las contéis a nadie”. Y así lo hizo.

¿Qué leyes son ésas?
¡No puedo contárselo! Yo las sigo cada día a rajatabla, y funcionan. Al día siguiente de contarnos la última ley, Antonio murió…

Tiene algo de mágico, de poético…
Antonio tenía cáncer desde los ocho años… Era muy sabio. ¿Y si era un ángel…? En el hospital viví cosas muy poéticas, es verdad. Lo cierto es que allí fui feliz.

Pero el cáncer le arrebató muchas cosas…
Sí, me quitó partes del cuerpo y vivencias. Y, a la vez, me regaló vivencias emocionales intensas: ¡la balanza está compensada!

¿Y si el cáncer volviese, Albert?
Pues a combatir. Dejaría lo que estoy haciendo. A cambio, podría leer, ver series de la tele y a amigos, cosas que hoy pospongo.

¿Qué actitud es la mejor al tratar con alguien enfermo de cáncer?
Visitarlo, acariciarlo, tocarlo, abrazarlo, besarlo… No darle palmaditas… No regalarle el libro comprado en la tienda de abajo… A mí me regalaron el mismo libro de Quim Monzó ¡hasta siete veces! Y yo los cambiaba por otras cosas… ¡Regálale mejor unas pilas, para la radio o el discman! Y pregúntale.

¿Preguntarle qué?
Todo. Yo voy con mi pierna electrónica al gimnasio, ¡y la gente finge que no la ve! Y cuando están ya a mi espalda, se vuelven para mirarla… ¡y entonces yo me vuelvo de golpe para sorprenderlos mirando!

Ja, ja, ja…
Les digo: “Pregúntame”. Si tienes una curiosidad, pregunta. Desvelado el misterio, ya está. Por eso mismo el enfermo de cáncer debe preguntar todas sus dudas, y el médico debe darle toda la información, toda.

¿Qué preguntas le hacía usted al médico?
La primera, a los 13 años, si se me caería el pelo. Y me explicaron que el pelo cae y vuelve a salir tan fuerte, ¡que ya jamás vuelve a caer! Soy un cojo que nunca será calvo.

Dicen que los cojos tienen mala leche.
Con razón: muchos sienten su pierna fantasma y eso es molesto. Son picores, dolores y sensaciones ¡a lo largo de una pierna que ya no está ahí! A mí no me pasa eso, porque yo me despedí muy bien de mi pierna.
¿Se despidió? ¿Cómo lo hizo?
Fue una gran idea de mi médico: montamos una fiesta durante todo un día para despedirme de la pierna, con todos mis amigos, y hubo risas, bromas, llantos, y bailé con una enfermera el bolero Espérame en el cielo…

Y adiós, pierna.
Sí. Me gusta decir que yo ya tengo un pie en la tumba. Bueno, una pierna entera. Está enterrada en el cementerio de Montjuïc. A veces voy a visitarla.

¿Por qué?
Se lo debo: esa pierna me aguantó muchos años, y encima en el hospital los médicos le hicieron muchas perrerías.

Fuente: Contra La Vanguardia

 

* Leer primer capítulo de “Convivir no es de locos”

* Leer primer capítulo de “La brújula del cuidador”

10 respuestas a “No es triste morir”

  1. El valor del tiempo….. Porque los ¨¨ sanos ¨¨ no podemos entender que en realidad es lo unico que tenemos y deberiamos usarlo para ser y hacer mas felices a todos los que estan a nuestro alrededor?

  2. es realmente hermoso leer esto pero verlo te parte el corazon, tengo un paciente en oncologia y se que los q sufren cancer son personas muy fuertes y de verdad creo q sonrien mas que muchos de nosotros por que saben el valor del tiempo y es cierto lo malo no es la enfermedad sino la forma en q nosotros como sociedad permitimos que sean tratados

  3. Me gusta ver como todo una forma de muerte, se convierte en una lucha de supervivencia. Felicito al que escribió, esta historia tan tierna y tan especial.

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